La bioética ante la pandemia COVID-19

Hugo Ortega Gómez
3 min readMay 9, 2020

Parte final: El pasado en el presente

Michael Wolgemut: “Danza de la muerte”, 1493

Las plagas y pestes que asolaron reiteradamente Europa desde fines de la Edad Media hasta la Modernidad siempre fueron consideradas foráneas. El barco y su carga comercial, con prohibición de desembarco, debía esperar por cuarenta días su autorización. Con el correr de los siglos, se comenzó a sospechar que los focos de diseminación podían encontrarse en el interior de las ciudades, dando inicio a los reglamentos sobre las cuarentenas en confinamiento: sanciones a quienes salieran de sus casas, formas de abastecer de comida a quienes habitaban la ciudad, vigilancia estricta de las calles, destino de los cadáveres. Por aquel tiempo, los chivos expiatorios fueron frecuentemente los judíos y otras minorías extranjeras.

Entrados en el siglo XXI, ciertas reminiscencias renacentistas –muy diferentes a las del carnaval– nos hacen retomar prácticas que creíamos ya abolidas en nombre de la libertad. Después de seis centurias y más, la desconocida peste aparenta llegar desde el lejano oriente a través de las rutas de comercio. Trescientos años después, volvemos a ser confinados por decreto de la autoridad soberana, y en mayor o menor medida nos abocamos a la búsqueda de chivos expiatorios. A dos siglos de distancia, la medicina nuevamente se enfrenta a lo desconocido, debiendo conformarse con asistir a los cuerpos en su tránsito por la etapa crítica de la insuficiencia respiratoria… y al cabo de sesenta años, los médicos nuevamente deben decidir quién vive y quién muere, porque los aparatos de soporte vital son insuficientes en número. A contrapelo, han vuelto a encontrar a las personas en sus cuerpos.

No es casual que las diferentes recomendaciones bioéticas, que apresuradamente han surgido en estas últimas semanas a lo ancho del mundo, mencionen que se debe estar atento a cuidar antes que a curar. Si esta fuera una práctica arraigada, ¿qué sentido tendría reiterarla? Pero esta recomendación implica algo no dicho: el conocimiento de los “expertos”, aquel logro de la civilización científica post-industrial, ha encontrado un límite. Se argumentará que es transitorio, porque la ciencia (al igual que el capitalismo) se sostiene en el axioma del crecimiento perpetuo. Pero este instante, que según algunos puede prolongarse aún por varios meses más, ha venido a mostrar que no sólo el ser humano traza los destinos de la humanidad.

Hace cien años comenzó a hablarse de la autodeterminación de los enfermos, y para la pandemia en curso se estima que cerca de la mitad de nosotros entraremos en algún momento en esa categoría. Nuestras expectativas acerca de la forma en que viviríamos nuestra vida se han visto contrariadas, no solo porque nuestras rutinas se han modificado, sino también porque ha emergido la incertidumbre de los cambios que podríamos observar en las formas de trabajar, de convivir con nuestro entorno, de habitar en el mundo. Pero además la incertidumbre de si habrá ventilador disponible si enfermamos gravemente.

Tal vez sea tiempo de conversar sobre la muerte con quienes nos rodean. Sobre nuestra muerte, o sobre las formas en que no estaríamos dispuestos a vivir nuestra vida. Ya que nos está concedido legalmente el derecho a autodeterminarnos, podríamos facilitarle a un equipo médico que recién nos estará conociendo la toma de decisiones. En otros países, esto se conoce como “voluntades anticipadas”, y tiene cierto estatuto jurídico.

Se dice que cuando en la ciudad medieval se daban cuenta demasiado tarde de la presencia de la peste, antes de confinarse celebraban en las calles bailando: le llamaban “la danza de la muerte”. Probablemente volvían a celebrar una vez finalizada la cuarentena, aunque sin duda eran menos. Pareciera ser que la autodeterminación tiene más de cien años de existencia.

Lecturas recomendadas

  • ARIÈS, Philippe (1984): El hombre ante la muerte, Madrid: Taurus.
  • ECO, Umberto (2011): Historia de la fealdad, Barcelona: Random House Mondadori.
  • FOUCAULT, Michel (1979): Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid: Siglo XXI.

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Hugo Ortega Gómez

Trabajador público en Salud Mental. Magíster en Filosofía. Corredor habitual. Cafetero empedernido. Disfruto la lectura y la (re)generación de preguntas.